jueves, 30 de agosto de 2007

Decíamos ayer

Dicebamus hesterna die... (es decir, ‘Decíamos ayer...’).

Con esta frase retomó sus clases Fray Luis de León (1527-1591) en la Universidad de Salamanca tras abandonar la cárcel, lugar al que había ido a parar después de la persecución a la que fue sometido por la Inquisición.

Las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias del catedrático de griego León de Castro entre otros profesores, le llevaron a las cárceles de la Inquisición bajo la acusación de haber traducido partes de la Biblia a la lengua vulgar, cosa expresamente prohibida por el reciente Concilio de Trento y que sólo se permitía en forma de paráfrasis. Aunque era inocente de tales acusaciones, su prolija defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue finalmente absuelto. Es fama que entonces, al salir de la cárcel, escribió en sus paredes la siguiente célebre décima:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y, con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado, ni envidioso!

Se empezó a hacer el proceso para su beatificación, pero cuando se abrió el féretro (que se encuentra en la capilla de la Universidad de Salamanca), la tapadera estaba arañada por dentro (por lo que se supone que había sufrido un ataque de catalepsia y había sido enterrado en vida

Me pareció adecuado para volver a escribir en el blog, si bien en poco o nada se parece su situación a la mía.
Ni en los gustos ni en las causas.

1 comentario:

Lagavulin dijo...

Bienvenido de nuevo al tiempo del año más productivo de la blogalaxia, el invierno ;)

Por cierto que veo que no pueden escribir los comentaristas anónimos, debes saber que eso reduce el ámbito a los inscritos en Blogger.